miércoles, 15 de septiembre de 2010

CERVINO O MATTERHORN, historia de un sueño

Aquí os cuento un poco mi historia de esta mítica montaña que hace unos años era impensable para mí ascender.

Nos dirigimos a los Alpes suizos durante 15 días con la intención de aclimatar durante la primera semana y utilizar la segunda para intentar el ascenso. Para ello me acompañaban Alberto, Guille y Carol, estos dos últimos con la intención de hacer algunos trekkings y algún cuatromil y Alberto con la intención de formar una cordada de ascenso conmigo.
El planning varió al 4º día; Cuando estábamos a mitad de la aclimatación y en el Refugio de Kleinmatterhorn a 3800 metros, dispuestos al día siguiente a realizar el Pollux y el Castor, dos cuatromiles, un guía Suizo nos comunicó que se preveían fuertes nevadas a partir del día 7 y que posteriormente a esta fecha el ascenso al Cervino iba a ser totalmente imposible, ya que la montaña se iba a llenar de nieve y la arista Hornli iba a estar impracticable. Esa misma noche cambiamos de planes y en lugar de dirigirnos al día siguiente a los cuatromiles, nuestra dirección fue totalmente opuesta, íbamos a descender al valle para rehacer la mochila con lo necesario para acometer el ascenso al gigante Cervino.

Esa misma mañana del 5 de Septiembre descendimos los cuatro a Zermatt y desde allí a Tasch (nuestro campo base), hicimos las mochilas y rehicimos planes; Guille y Carol iban a intentar el Pollux y el Castor para el día siguiente y Alberto y yo íbamos a intentar el Cervino, a nosotros se unieron 2 amigos riojanos que nos encontramos en el camping y que venían fuertes de hacer el Mont Blanc días atrás. Así que todos con las mochilas llenas cogimos el último "taxi-freddy" y desde Zermatt tomamos el telecabina que nos subió a la estación de Schwarzsee a 2500 metros.
Con un ritmo lento ascendimos por una senda superseñalizada en dirección a Horlihute, rodeados de montañeros de los que nos diferenciaba una simple cosa, la mochila, este detalle era la diferencia de los que iban al refugio, de los que iban a jugar a otras cosas por encima de éste.

Una mezcla de sentimientos y de ideas, recorrían la mente, mientras con ritmo lento ascendía por la fácil senda viendo aquella esbelta silueta mil veces vista en libros y fotos de montaña.


A la vez que nervioso por el momento, una relativa tranquilidad me recorría todo el cuerpo, sabía que había hecho los deberes bien y ya estaba allí en la base de un sueño, con las cartas echadas. Había puesto todo de mi parte, ahora faltaba que la naturaleza, factor determinante e inexacto me concediera la oportunidad de llegar arriba con una meteorología decente.


La tarde se echaba, el sol se escondía tras los penachos de nubes que el cervino suelta a modo de volcán y cada vez me situaba más y más debajo de aquel picacho, que ya me ocultaba el sol por completo.
Los últimos montañeros descendían corriendo para coger el último telecabina y nosotros nos montamos en las primeras estribaciones de la Arista Hornli, cuando aún es senda, para ir zeteando y superando el escarpe rocoso que hay previo al refugio y donde ya se iba notando el frío de la tarde.


Tras casi 3 horas llegamos al Refugio de Hornli, allí nos recogieron las federaciones, para tenernos controlados y nos comentaron que a las 5 se levantaba la bandera para salir a cumbre, no pudiendo salir antes bajo ningún concepto. Así que mientras Alberto y yo descansábamos en el refugio, nuestros amigos riojanos hicieron una incursión hacia el primer tramo de ascenso para ver un poco la roca, y los primeros pasos que nos íbamos a encontrar al día siguiente a oscuras. Sin más y con la caída del sol, nos pegamos una buena cena y todos nos acostamos en las literas acinados, soñando que la siguiente jornada iba a ser una de las memorables en nuestra propia historia alpinística

DÍA 6 DE SEPTIEMBRE

Sonó el móvil,  bueno o más bien el jaleo anterior a la "tocata" nos despertó un poco. No había pasado muy buena noche, tenía a mi lado a Alberto y se había levantado en varias ocasiones, había dado muchas vueltas, además de haberle escuchado respirar un poco malamente durante toda la noche. Al poco de levantarnos no me tenía que decir nada ya supe que no iba a tirar hacia arriba y posteriormente en el desayuno me lo concretó, tenía mala cara y ésto sumado al derrumbe mental de no estar en condiciones el día exacto le minaba bastante.
Desayunamos y con un poco de tardanza por parte de los riojanos salimos para arriba los tres con el frontal en el casco y la cuerda en la mochila por si acaso. El resto de personas que subía para arriba se trataba de unos 20 guías con sus clientes todos encordados de dos en dos y entre los que nos infiltramos por medio.

Superconcentrado me enganché visualmente a uno de esos guías y tras ellos fuí ascendiendo una serie de chimeneas con buenos agarres y con un patio, que ni veía por la oscuridad ni la verdad me interesaba mucho.



Concentrado en la subida pronto perdí de vista a uno de los riojanos y posteriormente el otro me comentó que su compañero iba mal y que se iban a dar la vuelta los dos, ya que venían muy cansados del Mont Blanc. No había opción y muy mentalizado continué tras el guía y cliente siguiendo la fila de lucecillas y ganando altura con mucha rapidez.

Cuando en un paso se amontonaban varias cordadas, yo me quitaba la mochila y comía un puñado de frutos secos, bebía agua y partía un trozo de barrita, y así continuaba hacia arriba. El primer tramo era alucinante, siendo pasos fáciles era todo una canal contínua con pasos de II que no te dejaban respiro con el consiguiente problema que empezaba a nevar un poco.
Tras algo más de una hora me di cuenta que había elegido el guía perfecto, adelantábamos a otras cordadas y el hombre continuaba a buen ritmo aprovechándome yo de ello hasta que se acabó el chollo, realizaron una parada y me indicó con la cabeza que pasara, no tenía opción así que continué siguiendo las lucecillas de más arriba hasta llegar a un nuevo guía al que agarrarme visualmente.

Comenzaba a amanecer, la temperatura rondaba los -2ºC y el itinerario abandonó la arista para meterse en la parte izquierda de la cuerda, a unos 20 metros de la misma. Allí por una serie de travesías en roca complicadas por el hielo que había entre las mismas me hicieron pensar por primera vez en la vuelta.

La verdad que para subir bastaba con prestar atención, pero para descender qué?, seguía nevando y esto podía presentar un peligro para el descenso, pero la verdad que no le daba muchas vueltas y sabía que la clave para el ascenso era ir con una idea fija, que era subir, subir y subir más.

Por unos momentos pensé en ponerme los crampones pero observé que los guías iban sin ellos así que continué tras mi guía particular hasta llegar a la famosa "Placa Mosley", paso de III+, para mí IVº, se trataba de una especie de chimenea equipada con chapas que a diferencia del resto de la vía, tenía malos agarres. Echando un poco de morro me metí en el medio de una cordada que estaba parada y con la cuerda a tiro de un mordisco, realicé el paso no perdiendo de vista la cuerda por si tenía que tirarme a ella en caso de resbalón o caída.
Finalmente realicé el paso sin molestar y llegué a la Cabaña Solvay situada a 4.000 metros, paré un instante y comí de nuevo, luego vi que a partir de ese punto la niebla era muy densa y la roca ya había cogido la nieve, además entre los guías comentaban que hacía mucho viento ya que el itinerario ahora va directamente por la arista. Nuevamente se me pasó por la cabeza la idea de darme la vuelta, estaba solo en un océano pero vi una cordada que ascendían y se metían en la "Placa Mosley superior III+", en ese momento me tiré al océano a nadar.



Tras la cordada me metí en la Placa Mosley superior, más corta que la anterior pero más explosiva  salí a la arista donde el viento era bastante fuerte y la niebla me dejó ver por momentos el Glaciar Zmutt, esto me dio alas y por terreno más fácil pero más aéreo fui continuando enganchándome de nuevo a la siguiente cordada, en la que el guía hablaba incluso español.



 Al poco nos cruzamos con varias cordadas que venían de cumbre,,,, -cumbre, summitt?, -yes, yes, me respondieron , allí me dije, si estos pueden yo también y me lié a ascender observando que ya casi estaba a 4200 metros, a 250 del sueño y nada me podía echar atrás.



A pesar de no poder ver nada por la niebla y la ventisca (casi mejor así no veía los patios), me lié la manta a la cabeza y continué dejando al guía atrás.


Como yo no me aseguraba a ningún lado progresaba a más velocidad que ellos que tenían que estar montando reuniones con la cuerda y así llegué al hombro del cervino, zona en donde por una pala de nieve de unos 30º grados y de 60 metros atravesé para llegar a la arista.

Desde allí partían las famosas maromas del Cervino, cuerdas de un grosor considerable a las que te puedes agarrar para progresar mejor, así hice y dejando las cordadas de lado y esta vez a mi propio ritmo fui pasando una serie de chimeneas y algún paso de IV, que con la maroma era mucho más fácil.





Ahora el problema era otro; debido a que las maromas estaban empapadas de agua, se me habían mojado los guantes, sólo había subido unos de polartec y los tenía ya calados, el frío era considerable y el viento de Oeste fuerte no ayudaba mucho, tampoco podía guardarme las manos en los bolsillos ya que estaba todo repleto de agarres y de maromas a las que tenía que agarrarme. Así que sin pensar mucho en mi integridad y observando que estaba ya cerca de la cumbre, me dirigí hacia arriba resistiendo un poco el dolor y pensando más en los pasos que en las propias manos.



Subía enfilado hacia arriba cuando me encontré con una estatua de una virgen, -coño!,


nada más verla recordé en la guía que estaba situada en la antecumbre y feliz vi la arista final de nieve y la gente abrazándose unos metros más allá, aluciné en colores, sentí una alegría enorme y me fui a buscar mi sitio en la cima, ni siquiera me paré en la cumbre Suiza y me dirigí entre la niebla a la cumbre italiana descendiendo una pequeña brecha y pudiendo avistar al otro lado la cruz de hierro italiana.,


primeramente la hice una foto desde lejos y pensé: -joder, porque no subir hasta allí, y así hice, por un terreno helado y con mucho cuidado ascendí hasta la propia cruz.


Aunque las vistas eran nulas no paré de hacer fotos, pensé que alguna saldría bien y no dejé de encender la cámara para inmortalizar el momento y el lugar, que con el paso del tiempo siempre es lo que más recuerdas, lo que has visto en fotos.


Seguidamente y sin parar mucho, descendí de la cumbre italiana a la brecha y desde allí a la cumbre Suiza, que ahora estaba mucho más tranquila, tan tranquila que no había nadie, había formada una cornisa y clavé el piolet en la misma para hacerle una foto, tras la foto y cuando me iba a marchar, pensé que no iba a tener ninguna foto de cumbre, así que esperé unos 5 minutos a que subiera alguna cordada, mientras me metía las manos en los bolsillos para calentar los guantes un poco, cosa que había mejorado desde que había dejado de tocar las maromas.


Entre la niebla apareció una cordada más y pronto llegaron hasta el punto más alto, donde nos hicimos unas fotos mutuas y sin más comencé el largo descenso.

Con el itinerario conocido las cosas cambiaban por lo menos mentalmente, los tramos de maromas ya no me importaban mucho, ya que siempre iba agarrado y por muy difícil que fuera el paso la seguridad de una cuerda era mucha, posteriormente llegué a la diagonal de nieve que tampoco me supuso nada ya que la huella ya estaba muy abierta, y llegamos a la arista venteada, ésto ya era otra cosa.



 Allí me lo tomé con calma, poco a poco iba buscando los pasos más fáciles, observando los restos de arañazos de crampones para seguir el buen camino, y de cara a la pared destrepaba la roca con paciencia ayudándome de alguna cadena que había.



Tras varios pasos rocosos por la arista, fui llegando de nuevo a la "Placa Mosley superior", conociendo el paso durante la subida, decidí ir montando un rápel para bajar, para ello saqué la cuerda de la mochila y cuando lo estaba montando, llegó un guía suizo con prisa abriéndose paso, le dejé que metiera la cuerda primero y mientras bajaban los dos, observé que habían descendido por otro lugar por el que había subido yo, así que metí la cuerda en la mochila y fui destrepando por esa otra zona con los crampones puestos y metiendo las puntas delanteras en las fisurillas horizontales.

Así llegué a la Cabaña Solvay donde me encontré al guía de habla hispana y a su clienta, estuve hablando unos minutos con él mientras comía una barrita y un gel, aparte de beber agua.



Tras hacerme unas fotos con él inicié el descenso, ahora tocaba la Placa Mosley inferior un paso de IVº, que curiosamente con crampones se hacía mejor, hice un poco de trampas y me agarré a alguna chapa metálica con la mano para destrepar la placa y ahora llegaba al lugar que más me minaba en la cabeza y me inquietaba, lugar en donde había hielo durante el ascenso, curiosamente el hielo se había derretido con la lluvia y estaba todo mojado, tenía que ir con cuidado por la roca mojada, pero con buenos agarres no era tan peligroso como el hielo, así por esta zona ya empecé a creerme el ascenso del Cervino, fuí parando más para comer ya que me notaba bajo de fuerzas, quizás porque la tensión de ir concentrado iba descendiendo, pero a la vez era consciente de que era el momento donde suelen ocurrir los accidentes, por ello paré cada diez minutos a beber agua y destrepaba y descendía los tramos de poco en poco, hasta salir de la zona de niebla y poder avistar el refugio abajo.

Ya había algunos tramos de camino con hitos de piedras y siguiendo el sistema de chimeneas finales,,.....me embarqué!!. No se como había podido perder el sendero, había torcido en un bloque por otro lado y no sabía donde estaba, comencé a destrepar por una zona que no me sonaba y cuando llevaba 10 minutos escuché hablar a un guía unos 20 metros más arriba a la derecha; me miró, yo le miré, je,je,je y ganando un poco de altura me dirigí hacia él, tras un guiño continué por delante de ellos y en un nuevo punto no encontraba como seguir,,,pronto me gritó desde arriba, diuter, diuter,,,señalándome con la mano hacia la derecha, así da gusto y siguiendo la pequeña senda que ahora si existía llegué a la primera de las chimeneas, habilitada con 3 cables para subir y por donde bajé hasta tierra firme. Allí ante la atenta mirada de dos japonesas con grandes cámaras, me puse de rodillas y besé el suelo, mientras me decían congratulations!!.



Ya solo me separaban 4 minutos del refugio hasta donde llegué pletórico. Recogí mis cosas del refugio y tras comprobar que todos mis compañeros se habían bajado me dirigí a plena civilización.

Mientras descendía con la mochila me daba la vuelta, levantaba la vista y pensaba, -¿de ahí he bajado yo?, imposible. Y así seguí hasta el telecabina dándome dos o tres veces más la vuelta, más ancho que largo, más fuerte que el resto, más alto, más guapo,..... sentado en una gran nube, de esas en las que todos nos montamos cuando hacemos algo de lo que nos sentimos orgullosos y algo más, con la felicidad de haber cumplido un sueño, que hace dos o tres años hacia atrás ni siquiera lo era, ya que parecía una cosa impensable para mí.....



Al día siguiente el Cervino apareció así de nevado, el día 6 de Septiembre fué el último día de ascensos de la temporada, todos los guías se fueron a otras zonas de alpes debido a la gran nevada.



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