viernes, 24 de junio de 2011

Cresta de Llosás, AD+, IV

Como estos últimos años, elegimos Junio como el mes más propicio para hacer crestas. A la hora de elegir alguna queríamos que fuese a una cierta altura y además si podíamos encadenar algunos tresmiles del pirineo pues mejor. En la mente 3 crestas por la misma zona, y pensando un lugar accesible que nos permitiera una aproximación tranquila y un lugar de ensueño para dormir, sobresalía una por encima de las demás, -LA DE LLOSARS-.

Tras mirar reseñas en internet y guías de tresmiles, parecía tener todos los ingredientes necesarios para el guiso; un nivel apropiado al nuestro, larga, rápeles, encadenabas 7 tresmiles y además un aliciente más era terminarla en el propio Aneto, techo del pirineo.

Un dulce tan grande era poco despreciable y pronto se unieron Javi Calleja y Carlos Peluka, además de venir un día más tarde otros tres compañeros de club (Manu Toro, Guille Super-lano y Natalia) para realizar los Russell. Así da gusto y la gente con hambre de montaña en el club y con sueños y objetivos próximos (Tour del Mont Blanc, Mont Blanc y Aconcagua) eran los elegidos.

Aprovechamos el puente y el Jueves tranquilamente con la furgui de Peluka nos dirigimos a Benasque, teníamos todo el día y tras parar a comer en Almunia de Doña Godina, llegamos a las 6 de la tarde a Benasque, algunas compras en Barrabés, un vistazo en Ribagorza y para la Senarta a dormir.

El prado estaba repleto de gente y con una cena a la luz del día cerramos la jornada metiéndonos el la furgui cuando el termómetro comenzaba a descender.

Nos levantamos de noche aún, queríamos coger el primer bus todo terreno que sube por la pista de Coronas, el de las 5:15, además de ser el primero del día, era el primero de la temporada y aunque nunca partidarios de este tipo de accesos mecánicos, para realizar la Cresta era imprescindible ascender en bus, (ya me la había pateado en dos ocasiones anteriores y estos 9 kilómetros hacían mella de verdad).

A las 6:00 con las primeras luces estábamos en Puente de Coronas, tomamos la pista en mal estado que se adentra en el pinar de pino negro y siguiendo dirección Este fuimos ganando altura. Llegamos al desvío del Valle de Coronas y continuamos por el G.R.11 hasta el Barranco de Llosás y su fabulosa Pleta, donde las aguas cristalinas formaban meandros en un prado de hierba encharcado. Desde allí ya podíamos ver el Aneto, Tempestades, Russell y sobre todo lo que a nosotros nos interesaba en primera istancia; la pared que protege el Ibón de Llosás, lugar que íbamos a utilizar como campamento base.

Siguiendo unos restos de senda y dejando la pleta a la derecha, ganamos altura entre pinos negros y por la parte izquirda del torrente de Llosás fuimos ascendiendo para llegar al Ibón en poco menos de una hora y media desde el Puente Coronas.

Allí dejamos todos los sacos, esterillas, comidas, infernillos y demás material sobrante bajo una manta térmica y tras repostar algunas energías nos dirigimos rumbo al NW, hacia la Brecha Inferior de Llosás observada desde el mismo ibón.



Primeramente por una senda y luego entre bloques, sin pérdida alguna nos fuimos acercando a la brecha, por la misma pedrera inestable y atravesando algún pequeño nevero que protegía el paso a la vertiente de Coronas.



Hacia abajo el Ibón de Llosás y hacia arriba una preciosa aguja situada casi en la brecha.



Unos 45 minutos tardamos desde el ibón en llegar a la brecha, hacia la vertiente de Coronas las vistas eran alucinantes, había bastante más nieve e incluso los Ibones superiores de Coronas aún estaban helados parcialmente. Nos abrigamos un poco debido al viento de NW y continuamos la marcha, directamente ascendiendo por las laderas de Coronas hacia la cumbre de Argarot.



El itinerario estaba señalado con hitos, aunque más bien había unos cuantos itinerarios, ya que por momentos perdíamos los hitos y en otras ocasiones veíamos varios en paralelo. Un poco siguiendo una traza evidente y en algún momento saliendo a la misma cresta por pasos de trepadas en los que había que hechar las manos a menudo (II), llegamos a los 3.000 metros. Allí tan sólo nos quebada la parte alta de la aguja que bordeamos por el Oeste para llegar a su parte alta casi por el Norte y trepar un par de bloques que nos situaron en la cumbre del Argarot Sur para algunos un tresmil más, ya que la brecha que separa los dos Argarot tiene más de 10 metros.


Desde el Argarot Sur con 3029 metros tan sólo bastaba con destrepar a una leve depresión y volver a ascender trepando al verdadero Argarot situado tan solo 2 metros más alto y a 30 metros lineales de su hermano pequeño.


En ese momento comenzamos a ver todo lo que nos restaba hasta el Aneto y con dos temibles agujas por delante que desde esta visión eran afiladas de verdad, -"estábamos llegando a lo bueno"-


Según la reseña el itinerario proseguía con una destrepada por un contrafuerte hacia el Norte con pasos aéreos de II, pero por más que nos asomábamos al borde no encontrábamos el paso hacia el Norte. Lo que sí observamos fué una evidente canal descompuesta hacia el NE, siguiendo la dirección natural de la cresta y por donde comenzamos a destrepar. Durante el primer tramo estaba con piedra suelta y tras bajar la mitad la roca mejoró notablemente pero un paso de III no hizó esforzarnos para poder llegar a la brecha.



Desde la brecha, la reseña decía que un pequeño paso de IV sobre un muro extraplomado podía ser un itinerario, pero tras verlo en vivo y no encotrar ninguno de los anclajes que comentaba la guía, decidimos seguir el segundo de los itinerarios comentados en la guía.



Dicho itinerario era una chimenea, abierta por Henri y Roger Brulle en 1913 de III+, situada en la vertiente de Coronas y hacia la que nos dirigimos.



Desde la brecha un nevero bastante duro protegía dicha vertiente y sin hacer uso de los crampones por el mismo borde de la rimaya con la roca, descendimos unos 5 metros para realizar una travesía horizontal por terreno expuesto y con mala roca llegando a la comentada chimenea por unos pasos de II+.



Tras pasar un pequeño nervio de roca, llegamos a la chimenea, que nos deparó una buena sorpresa, tenía bastante nieve y en buen estado, por lo que se trataba más bien de un corredor de unos 50º que de una chimenea. Tras ponernos los crampones sentados en una terraza en 10 ctms. cuadrados, tiré hacia arriba del corredor observando que era bastante accesible hasta que la nieve nos dejó.



El corredor se transformó en un diedro con malos agarres (III) y metiendo puntas de crampón en fisuras terminamos de salir a la cresta tras 3 últimos metros de roca.




(foto inferior) tramo justo antes de llegar a la chimenea-corredor, se ve el nervio que lo proteje



(foto inferior) vistas desde la salida de la chimenea, se ve el error de descenso del Argarot


Tras el corredor salimos a un nuevo hombro, allí una estrecha y corta chimena era el siguiente problema, nos quitamos las mochila para poder introducirnos en la chimena y remontar el paso sin muchos problemas.





Paso que nos llevó a unos nuevos bloques fáciles en donde estaba situada la cumbre de la Aguja Tchihatcheff con 3.052 metros tras 2 h. de Cresta y 5 h. de jornada. Descansamos un poco en la cumbre mientras admirábamos las fantásticas vistas, aunque a Javi no le dejaba relajarse el siguiente problema que no era otro que el rápel de 38 metros, realmente era casi lo más seguro de la cresta, ya que era de los pocos momentos en los que íbamos a estar asidos a una cuerda, pero la adrenalina en esos momentos casi se ve salir del cuerpo sobre los hombros.
Tras el descanso continuamos unos metros y allí estaba el bloque de seguro del rápel, tenía 5 o 6 cordinos en mal estado y nosotros le metimos uno más, para meter 3 de ellos por el maillón que tenía la instalación, dicho rápel baja justo por la cresta a la brecha siguiente y dos cuerdas de 50 son lo ideal, nosotros llevábamos 2 de 60 de 8,2 que usamos para llegar a la brecha.



También hay más a la derecha un poco por la vertiente de Llosás una instalación de rápel, pero está más abajo y hay que destrepar un poco, quizás llegué abajo con dos de 30 metros, pero según la guía hay que hacer un pequeño penduleo hacia la brecha una vez abajo.



(foto inferior) línea de rápel, a la izquierda se ve la otra chimena de unos 30 mts.


Tras el rápel, recuperamos la cuerda con bastante problemas, ya que al tirar de ella el último tramo se quedó enganchado en una grieta de la roca sólo 3 metros encima nuestra y tuvimos que utilizar como en la feria más la maña y el giro de muñeca, que la fuerza (tan sólo nos retrasó 10 minutos).
Prosegimos desde la brecha bordeando un gran bloque por la vertiente de Coronas y saliendo pronto a la cresta por unas terrazas de II, con un buen patio.





Desde ese punto y tras salir a la cresta la cumbre de la Aguja Franqueville estaba cercana ya llegando totalmente por la cresta y tardando 4 horas desde la Brecha inferior y 7 totales en la jornada. Todavía se veía lejano el Aneto, tras comer y descansar unos minutos, la vista y el cerebro actuaban a la par, y yo sólo veía un muro encima de la Brecha Superior que nos iba a representar el mayor problema. Javi pensaba en el segundo rápel y Peluka algo más cansado comenzaba a pensar en una retirada en la Brecha Superior.



Distintamente a lo que creíamos y a lo que ponía en las guías, el siguiente tramo aparentemente sencillo y mencinado como: -"sucesivos pilares de granito que se evitan por los flancos". Nos supuso un tramo muy duro, se trataba de 1 hora y media con la concentración al máximo y con trepadas y destrepadas de III grado por los tramos más afilados de toda la cresta. A modo de funambulistas teníamos que contornear bloques, destrepar pasos, bajar pos fisuras y nunca encontramos pasos laterales por los que evitar tramos de cresta, si bien la nieve de las vertientes de Llosás y Coronas estaba 100 metros a pico más abajo.









Por fin llegamos al final de este tramo de arista, la Brecha superior de Llosás era evidente y la instalación de rápel muy bien ubicada en un bloque saliente fué bastante segura para no tener que meter ninguna cinta o cordino para reforzarla. Este rápel era menos empinado y al inicio una sección con muchos escalones, en el tramo medio una zona más vertical para terminar con pequeños resaltes fáciles era la dificultad mínima del descenso.





En la brecha realizamos un descanso mientras recogíamos las cuerdas, la reseña nos mandaba a la vertiente de Coronas, pero tras asomarme por el corredor de salida a la brecha que tenía bastante hielo además de una cuerda fija, ví que por allí la continuación era imposible y no encontraba ni restos de hitos, ni zona posible para continuar. Volví a la brecha, allí Peluka nos confirmó que iba a continuar con nosotros por la cresta en lugar de bajar al ibón y con la reseña en la mochila intentando descubrir el itinerario descendimos unos metros por la vertiente de Llosás en busca de la dificultades.



Por un nevero bordeamos el primer contrafuerte y tras escasos 20 metros por nieve, comenzamos el ascenso por bloques hacia la cresta por pasos de II. Nos topamos con algún III también y las vistas hacia una próxima pared que nos cortaba la progresión nos hacía comenzar a entender que el embarque iba a ser inminente por esta vertiente.


Cruzamos por la parte superior un par de chimeneas de la vertiente de Llosás y nos topamos con la pared mencionada, caminamos hasta la propia pared y cuando la podíamos tocar con las manos, Javi se metió por una chimenea a izquierdas dejándome la mochila ya que no entrábamos con ella, comentó que se podía seguir algo, y más por la inercia que por otra cosa continuamos con el embarque. Realizamos el paso sin mochilas y por el filo de la arista continuamos ascendiendo por algunos pasos de III más verticales, bordeando la pared por su izquierda.


Peluka renegaba que por allí no era y prácticamente me tenía convencido cuando.....! vi un trozo de esparadrapo de un dedo en el suelo, era la señal de que por allí se podía continuar, por lo menos alguien más había pasado por esa zona y así continuamos ascendiendo superando terrazas por donde realmente podíamos. El embarque parecía de nuevo sobrevolar la jornada ya que nos estábamos metiendo en problemas excesivos; un paso de IV, descompuesto y aéreo, tirando de puño como fisurero y para arriba por una chimenea. !coño! una cinta en un bloque, era otra señal de que no íbamos mal y tras tirar una cuerda a mis compañeros hicimos el paso para llegar a una repisa donde decidimos realizar una parada más larga de lo normal para comer algo más consistente con pan. Allí colgados como cabras y asegurados en la cinta comimos los bocadillos que llevábamos tras 10 horas de jornada y 7 desde la Brecha Inferior de Llosás (entonces entendí que Cresta de Llosás se denomina al tramo entre las dos brechas y no hasta el Aneto).


Desde este punto y a pesar de ser todo más vertical, los bloques nos dejaron poder continuar un poco por la vertiente de Coronas, zona en donde bloques y más bloques se amontonaban descendientes de los hielos pero ya no había más paredes que nos pudieran cortar la progresión.



Además podíamos ver la cumbre del Aneto, cosa que nos motivó para seguir hacia arriba y ya en lugar de sumar horas al reloj, las restábamos con la intención de llegar a Coronas con luz aún.


Fué un error, ya que los pasos no nos iban a abandonar y algunos III más se toparon con nosotros en la progresión por la ladera de Coronas.



Con la adrenalina por las nubes y siguiendo la hoja de ruta por una línea roja muy muy fina, en cuanto a tiempo, técnica, físico, apareció una nueva complicación; el agua. Entre los tres tan solo teníamos un cuarto de litro y nos quedaba una hora hasta el Aneto y tres de descenso hasta las zonas de posible recarga. Tampoco le dimos muchas vueltas ya que era lo que había y no había opción alguna, tan sólo la de pedir a alguien un trago en la cumbre.


La virgen del pilar en lugar de esperarnos en la cumbre sobre su vértice, bajó a por nosotros y nos dió unos neveros donde chorreaba un poco de agua antes de llegar a la Aguja Escudier, donde pudimos llenar los camel de agua para continuar.



Tras coger agua continuamos por la vertiente de Coronas superando bloques y asomamos a un promontorio de la cresta pensando que se trataba de la Aguja Escudier, desde donde ya sí pudimos ver las dos agujas anteriores y la cumbre de la ANETO en su totalidad.



De nuevo por la arista ascendimos hasta la Aguja Escudier, que no pensábamos que se trataba de la misma y viendo los hitos en la cumbre, ni siquiera paramos para hacernos una foto, sería debido al cansancio.



Atravesamos por un filo de nieve la salida del Corredor Estasen y con una nueva trepada subimos a la Aguja Daviu pensando que era la Escudier, en esta si nos hicimos fotos, pero tampoco perdimos mucho tiempo con el Aneto a tiro de piedra como final de la arista.



Por una nueva arista de nieve descendimos de la Aguja Daviu, atravesando la salida izquierda del Estasen y comenzamos a ascender a lo que pensábamos que era la Aguja Daviu y que tan sólo se trataba de un resalte del Aneto sin independencia alguna.



Desde dicha antecumbre el Aneto estaba próximo y por una pedrera y sin necesidad de hechar las manos a la roca continuamos hasta la propia cumbre tras 9 horas de cresta, donde a las 18:00 de la tarde aún había gente .



Con mucha alegría celebramos la llegada al Aneto, era la segunda vez que estábamos allí cada uno de nosotros, la primera juntos. No parecía que lleváramos 12 horas de actividad y de cachondeo con otros catalanes, disfrutamos ahora sí más tranquilos de queso, jamón y otras delicatesen que portábamos en la mochila.





La verdad que nos dió igual la hora, estuvimos allí unos 45 minutos y a pesar de que algunas nubes se acercaban por la vertiente Este, ninguno de nosotros pensó por un momento en preocuparse del reloj, anteponiendo los momentos de cumbre.


Tras comer y hacernos algunas fotos, estando solos en la cumbre iniciamos el descenso, ahora tocaba el paso de mahoma, je,je,je, esto ahora era el pasillo de mi casa.



Tras pasar el paso de Mahoma, nos pusimos los crampones y por una huella típica de las clásicas cumbres de alpes en verano, descendimos hacia el Collado de Coronas tranquilamente. Para mí fué uno de los momentos del día, con el sol bajo, la tranquilidad absoluta poblaba todo, nadie por allí, nadie por alla, y a pesar de que nos quedaba todo el descenso, era lo más fácil y el cuerpo tras la tensión acumulada durante todo el día se relaja y disfruta de verdad.



Tras 15 minutos de descenso llegamos al Collado de Coronas, allí por un tramo de roca mixto, descendimos al Glaciar de Coronas desde donde pudimos divisar la Brecha Superior de Llosás a la vez que observábamos el Estasen al Aneto.



Trazamos una diagonal descendente hacia izquierdas, en dirección a la brecha y con una nieve estupenda no tardamos mucho en llegar a la vertical de la brecha. Desde allí y en un corto ascenso subimos por un corredor helado y que portaba la cuerda fija mencionada con anterioridad hasta la Brecha Superior de Llosás.





Pasamos a la vertiente de Llosás donde los rayos de sol ya no llegaban y continuamos descendiendo intentando buscar las palas de nieve, mejor que la roca para perder altura y no dañar mucho las rodillas.



Por los neveros descendimos hasta los 2800 metros, a partir de esa altura nos quitamos los crampones y por roca lamida por los casi extintos glaciares fuimos descendiendo siguiendo las indicaciones del gps y de algunos hitos, hasta llegar a las cercanías de la gran canal que asciende a a la Brecha Inferior de Llosás. Ahora la mayor complicación era descender unos resaltes rocosos hasta la citada canal, primeramente seguimos unos arroyos de agua que se precipitaban hacia la canal y posteriormente tras la marcha atrás encontramos unos hitos que por praderas verdes nos depositaron en la canal inferior, desde donde divisábamos ya al lado el Ibon de Llosás.



Con el ibón a vista y el sol ya escondido hace tiempo, sólo fué dejarnos llevar hacia abajo por la propia inercia y así en 15 horas completar una marcha con todos los alicientes de una gran actividad en un gran macizo.


Aún nos dio tiempo para lavarnos un poco en el ibon y para cenar con algo de luz antes de poder ver las estrellas desde un paraje de ensueño.


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