sábado, 25 de diciembre de 2010

Nevadón en Gredos

Antes de empezar las típicas cenas y festividades de este invierno, necesitábamos aire libre para llegar a dichas cenas con déficit calórico y además aprovechar para realizar nuestra particular felicitación. El lugar no podía ser muy lejano ya que disponíamos del 23 por la tarde y el 24 por la mañana, observando el tiempo había una ventana de buen tiempo justo para esas fechas así que elegimos la Sierra de Gredos como escenario y el Pico Almanzor como objetivo, aunque sabíamos que nos iba a costar abrir huella ya que daban unos 20 centímetros de nieve la tarde anterior.

Éramos 4 los componentes del grupo, Ismael, Juanjo, Dani y yo, y en dos coches nos dirigimos a Gredos el día 23 por la tarde tras salir del trabajo.
En la carretera no había mucho tráfico y pasando Talavera comenzamos a ver que el buen tiempo tardaría en llegar un poco más, ya que observábamos toda la sierra con nubarrones blancos, posados sobre los picos. A partir de Monbeltrán el termómetro del coche cayó en picado y durante la subida al Puerto del Pico comenzó a nevar, la verdad que en la vertiente Sur no había nieve, pero en la Norte la cosa cambiaba, el viento de Norte movía a su antojo los copos de nieve y en forma de oleadas iba depositando en toda la Meseta Norte una capa de nieve bastante reciente. En la Vega del Tormes ya la carretera en los sitios venteados presentaba zonas peligrosillas y con los coches fuímos con cuidado hasta llegar a Hoyos del Espino. Junto al Bar la Galana dejamos uno de los vehículos y tras informarnos de que la parte libre del refugio estaba abierta partimos con el todo terreno de Dani hacia la Plataforma. Muy despacio y con cuidado circulando por zonas en donde el manto de nieve era continuo llegamos al final de la plataforma, donde dejamos el coche en medio ya que nos podíamos maniobrar mucho.

Con los petates nos metimos en la nueva parada de autobuses de la Plataforma para cobijarnos del viento y la nieve y nos fuimos cambiando de ropa mirando de reojo el cielo, observando que el buen tiempo esperado no llegaba. Así ataviados con toda la ropa de invierno, cargados con las mochilas, con el frontal y con grados negativos comenzamos la ruta

Pronto y cuando no llevábamos más de 10 minutos abriendo huella por el camino empedrado nos dimos cuenta que el objetivo no iba a ser el Almanzor sino que podíamos estar contentos con llegar al refugio para pasar la noche. Habían caído unos 30 centímetros ya de nieve, continuaba nevando con fuerte viento y nos quedaba toda la subida, iba a ser un día interesante. Continuamos turnándonos para abrir huella y siguiendo el track del gps fuimos por el camino empedrado que no se veía por ningún lado, pero que intuíamos por las depresiones del terreno. Para echar más leña al asunto la niebla se apoderó de nosotros en el Prado de las Pozas y a ciegas siguiendo el aparato electrónico nos dirigimos hacia la nada para llegar en una hora al puente del prado. Habíamos tardado el doble de lo normal hasta el puente, así que ya supimos que hasta el refugio nos iba a suponer unas 5 horas y con tranquilidad relativa iniciamos el ascenso de los Barrerones.


Continuaba nevando, el viento como es normal en esta zona soplaba más fuerte y tan solo mirar el gps ya era una odisea, ya que se había llenado de hielo la funda, para ello tenía que descolgarlo de la mochila, abrir el velcro, sacarlo y echarle un vistazo para seguir el track y todo esto con las manoplas, ya no me acordaba de las típicas duras condiciones invernales, pero en esos momentos comencé a recordarlas. Poco a poco fuimos ganando altura por la ladera de los Barrerones, aunque no veíamos por ningún lado la senda, intentábamos ascender por las zonas más accesibles trazando zetas cercanas al itinerario normal, aunque la nieve ya nos llegaba por encima de las rodillas y la progresión era bastante penosa, llegando a turnarnos cada 10 minutos aproximadamente.
Durante unos 5 minutos no mirarmos el gps y nos desvíamos unos 50 metros hacia la izquierda metiéndonos en una pequeña depresión en donde el viento no azotaba, allí paramos por primera vez tras 2 horas y media de camino y comimos algo con la nieve por la rodilla, tras ver el track de nuevo observamos que el itinerario iba un poco más a la derecha y fuimos en su búsqueda por una zona que los piornos estaban tapados de nieve y en donde poco más teníamos que nadar por encima de ellos más que caminar. Al fin llegamos al camino normal, se notaba porque la nieve estaba algo más dura y menos acumulada eso si nunca menos de 30 centímetros, pasamos junto a la fuente de los Barrerones que dejamos de lado y continuamos en busca de la parte alta que se situaba a 2200 metros y a la que no nos quedaba mucho por llegar tras 3 horas de "caminata".
Así por fin la pendiente suavizó y seguidamente comenzamos a caminar por llano, estábamos atravesando los barrerones, en cuanto nos salíamos 1 metro del supuesto camino los piornos nos cubrían por la cintura así que era mejor andar con cuidado y llevar el gps en la mano de continuo para no irnos ni un pelo. Llegamos al cartel del mirador, allí comimos una barrita y continuamos el descenso a sabiendas que el tramo de zetas y el posterior de las canales procedentes del Morezón nos podía crear alguna complicación si nos salíamos del camino.

No paraba de nevar (nos cagamos en piqueras y en San Meteored), y con la nieve por encima de las rodillas descendimos hasta la Fuentecilla posterior, en la que tan solo se veía el pequeño caño y donde si corría agua, que dashacía la nieve fresca, cogimos agua y llenamos las botellas por si en la zona del refugio no podíamos hacerlo y continuamos hacia abajo, notando que por lo menos el manto era menor. Las zetas que pensamos que nos podían deparar alguna complicación por su inclinación no lo supusieron ya que las acortamos directamente y en la zona de las canales, siguiendo el gps al dedillo, metimos la pierna entre las rocas alguna que otra vez observando el agua que corría por debajo. Por fin pasamos las canales por la siguiente zona rocosa podíamos progresar mejor y sabíamos que nos quedaba poco para llegar a la laguna, hasta la que tardamos 4 horas y media en llegar.

Junto al borde de la laguna, se nos quitó la idea de pasarla por encima y por el itinerario lateral, en donde tuvimos que ascender leves remontes de nieve acumulada y volver a descender en varias ocasiones llegamos hasta el final de la misma, bueno o eso pensaba yo. Por el gps, era aproximadamente el lugar donde descendía el arroyo que viene de la Charca Esmeralda, podía reconocer la zona de pasar más de 10 veces antes, las mismas rocas y sin contar con la crecida de la laguna por las lluvias, pensé en cortar el arroyo para dirigirnos hacia el refugio, primeramente la nieve estaba algo dura incluso, tan solo me hundía 10 centímetros, que fueron en el siguiente paso 20 y el otro 30, 40,... Así me introducí hasta casi la cintura comenzando a sentir el agua por las botas, dándome la vuelta a toda prisa e intentando volver por donde había venido, con rápidez mis compañeros me tiraron del cuerpo hacia fuera y pude salir de la laguna. A los pocos segundos de salir, todo lo que se me había mojado de agua, se congeló y realmente en ese momento notaba humedad pero no suponía nada para poder seguir. Ahora sí por el lugar correcto bordeamos la laguna y entre la niebla apareció una visión que nunca antes había visto, !había un puente! antes de llegar al refugio,,,¿cómo?,, habían construído un puente de madera justo para atravesar el arroyo de antes de llegar al refugio, primeramente no entendí por que estaba allí, pero cuando nos volvimos a meter en el agua por los tobillos los 4 descubrimos porque estaba. No encontrábamos el lugar por donde llegar a los primeros escalones del puente, todo estaba inundado y tras dar varias vuelta el agua comenzaba a subir cuanto pisabas en la nieve, así que ya mojados nos dió un poco igual y nos volvimos a meter por los tobillos para llegar al refugio de las narices tras 5 horas y media.

Mojados y cansados como si bajáramos de hacer un 3.000 intentamos abrir la puerta de la parte libre, no había manera de hacerlo y justo antes de intentar apalancar con los piolets, descubrimos que la parte libre era la siguiente puerta, 5 metros más allá,-"si no nos damos cuenta antes tiramos el refugio abajo". Eran las 12:30 de la noche y por fin habíamos llegado al refugio de Élola, parte libre que en verano parece un cuchitril, ahora nos parecía el mejor chalet, además la temperatura no bajaba de 0º en el interior por lo que se estaba hasta cómodo. Tras cenar algo, pusimos las cosas a secar por allí colgadas y nos metimos en las mullidas plumas para pasar lanoche, sin hora en el despertador para madrugar.

Día 24 de Diciembre,,, casi fun, fun, fun.

Nos levantamos a las 9 de la mañana, no apetecía nada salir del saco pero había que hacerlo, abrimos la puerta, el día estaba despejado, había llegado por fin el añorado mini-anticiclón, con un tomo increible de nieve en el circo, tan sólo podíamos abrir la hoja de arriba de la puerta del refugio, la de abajo estaba cubierta por la nieve, hacía 8º bajo cero en la calle y sorprendentemente en el interior hacía 6 sobre cero, era algo fabuloso, incluso se habían secado las ropas, eso sí las botas no. Antes de cambiarnos de ropa nos hicimos alguna fotillo comprometida entre risas y posteriormente tranquilamente tras desayunar rehicimos las mochilas para iniciar la vuelta, ya que como nos demorásemos mucho no íbamos a llegar ni para la cena de Nochebuena.













Partimos cerca de las 11 de la mañana, por nuestra huella se caminaba fenomenal, además con la bajada de temperatura se había helado algo la nieve y no nos hundíamos tanto, además podíamos ver todo el itinerario que más se podía pedir.

Volvimos con rapidez observando donde me había metido en la laguna hasta la cintura,,vaya fallo,, y continuamos divinamente por el lateral de la laguna, al final de la misma, nos encontramos con dos compañeros que venían de la Plataforma, habían tardado 3 horas hasta allí, una y media menos que nosotros y nos comentaron que habían seguido nuestras huellas durante casi todo el itinerario.

Continuamos por los Barrerones donde comenzó a salir el sol por encima de las montañas, realizamos las travesías de las canales y disfrutamos de la soledad del circo, aunque nos tocara abrir un poco de huella tapada en ocasiones en la zona de las zetas. Pasamos la fuente y llegamos al mirador, desde allí las vistas eran increibles, no había visto el circo tan lleno de nieve nunca antes, más que por la cantidad por lo reciente de la misma, no había casi rocas visibles y nos hicimos decenas de fotos por allí subidos en la peña junto al cartelón antes de terminar de subir el tramo final de los Barrerones e iniciar el descenso en donde nos encontramos con un par de parejas más que se dirigían tan solo hasta el mirador. Desde allí ya cansados pero con el itinerario practicamente a vista, fuímos perdiendo altura cómodamente zeteando toda la ladera para llegar al puente del Prado de las Pozas donde comimos algo y continuamos el último tramo hasta la Plataforma, tramo que siempre se hace largo. Allí en la Plataforma, había unos 10 vehículos, algunos habían subido con cadenas, otros no, y nosotros tras cambiarnos de ropa de nuevo en la marquesina iniciamos lentamente un descenso hasta Hoyos del Espino con cuidado ya que la helada había dejado tramos peligroso durante el camino. El Bar de la Galana estaba cerrado, así que nos dirigimos al de en frente, para comer unos bocatas abulenses de esos de 30 centímetros y de barra que no abarcas con las dos manos. Tras la ingestión volvimos hacia Madrid con el tema habitual en estas fechas de fondo: "La mejor manera de celebrar la navidad es ir al monte y no al bar".
Feliz salida y entrada de año.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Recorrido por la arquitectura negra de Guadalajara.




Como inicio de la marcha, repetimos al igual que el año anterior. Habíamos tomado como base el pueblo de Roblelacasa, paraiso de descanso sobre todo para Jose, morador de la zona algunos fines de semana.


A las 9 de la mañana ya estábamos todos los integrantes de la actividad, la verdad es que se hacía raro sin los antiguos "bajoceristas", muchas caras nuevas y gente con fuerza y con ganas de empezar su andadura en el club con los pies de hierro. Partimos desde la misma casa de Jose y atravesando Roblelacasa fuimos descendiendo por la Tierra de Ayllón hasta la vega del Jarama, allí llegamos a un puente de nueva construcción, con el que a Jose se le caían los lagrimones por el atropello hecho, habían substituído antiguos trillos por nuevas bigas de hierro. Desde allí descendimos Jarama abajo para llegar al salto del Aljibe, bonito salto de agua, donde bañarse en veranito.
Volvimos por nuestros pasos y tras cruzar el mencionado puente ascendimos por una senda entre robles para llegar a Matallana, "el pueblo hipiie de Guadalajara",, como casi aldea Celta el humillo salía de alguna chimenea mientras la lugareña tiraba la palancana entre la hierba. Continuamos en busca de una senda invisible entre las jaras y decidimos tomar una pista que ascendía por la ladera Este del Pico San Cristobal, cuando habíamos ganado la suficiente altura y las rocas cercanas a la cumbre eran visibles decidimos adentrarnos entre pedreras, pinos y jaras para llegar no sin pocos problemas a las cercanías de la cumbre.
Último tramo de roca por donde trepando superamos algunos escarpados rocosos y llegamos por fin al punto más alto del Pico San Cristobal.
La vistas estupendas, la sierra sin nieve en Diciembre y la compañía perfecta, unas fotitos de grupo, otras de paisaje y por el cortafuegos que no habíamos visto para subir, acortamos casi una hora facilmente y sin matorrales que nos arañen la cara. Así descendimos nuevamente a Matallana, en donde enlazamos con el recorrido de la ida y volvimos por la pista de la Tierra de Ayllón ya sin sol y cansados por la paliza que nos había dado la naturaleza nuevamente. 20 Kilómetros, 8 horas 15 minutos.
















Pico Centenera, Sierra de la Puebla







El fin de semana pasado realizamos la última actividad del club.Tras algunas bajas de última hora nos pusimos en marcha a la Puebla con la Yayofurgui, más lenta, más costosa, pero ojo los debates y las reuniones que puedes hacer, con estas nos plantamos en nuestro destino donde nos esperaba Ivan, novato con bajocero.Todos juntos partimos entre las calles de la Puebla y posteriormente entre jaras para salir a una pista que no abandonaríamos en un buen rato. Entre diálogos sociales se puso a llover un poco, cosa que nos obligó a tener que sacar los ponchos para continuar. Cesaba la lluvia y con ella la posibilidad de encontrar el camino de ascenso al Pico Tornera, comido por la vegetación. Continuamos por la pista con la idea de llegar a un collado previo ascenso por pedreras y unas terrazas de pinar. Desde allí vimos la posibilidad de ascender al Pico Centenera mejor que al Tornera y nos encaramamos a su ladera, por donde ascendimos entre piedras resbaladizas. Arriba el viento de Norte sólo nos dejó hacer unas fotos y nos obligó despúes a comer a sotavento donde ingerimos las suficientes calorías como para poder descender por la resbaladiza pedrera recubierta de líquenes, el enramado pinar y llegar a nuestra deliciosa pista para continuar con los coloquios varios, que nos dejaron nuevamente en la Puebla de la Sierra. Allí con la mochila en la espalda había dos opciones; bar o coche y como bajoceristas puros elegimos la primera.. KMS:17 DESNIVEL:900 HORAS: 6,15.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

CERVINO O MATTERHORN, historia de un sueño

Aquí os cuento un poco mi historia de esta mítica montaña que hace unos años era impensable para mí ascender.

Nos dirigimos a los Alpes suizos durante 15 días con la intención de aclimatar durante la primera semana y utilizar la segunda para intentar el ascenso. Para ello me acompañaban Alberto, Guille y Carol, estos dos últimos con la intención de hacer algunos trekkings y algún cuatromil y Alberto con la intención de formar una cordada de ascenso conmigo.
El planning varió al 4º día; Cuando estábamos a mitad de la aclimatación y en el Refugio de Kleinmatterhorn a 3800 metros, dispuestos al día siguiente a realizar el Pollux y el Castor, dos cuatromiles, un guía Suizo nos comunicó que se preveían fuertes nevadas a partir del día 7 y que posteriormente a esta fecha el ascenso al Cervino iba a ser totalmente imposible, ya que la montaña se iba a llenar de nieve y la arista Hornli iba a estar impracticable. Esa misma noche cambiamos de planes y en lugar de dirigirnos al día siguiente a los cuatromiles, nuestra dirección fue totalmente opuesta, íbamos a descender al valle para rehacer la mochila con lo necesario para acometer el ascenso al gigante Cervino.

Esa misma mañana del 5 de Septiembre descendimos los cuatro a Zermatt y desde allí a Tasch (nuestro campo base), hicimos las mochilas y rehicimos planes; Guille y Carol iban a intentar el Pollux y el Castor para el día siguiente y Alberto y yo íbamos a intentar el Cervino, a nosotros se unieron 2 amigos riojanos que nos encontramos en el camping y que venían fuertes de hacer el Mont Blanc días atrás. Así que todos con las mochilas llenas cogimos el último "taxi-freddy" y desde Zermatt tomamos el telecabina que nos subió a la estación de Schwarzsee a 2500 metros.
Con un ritmo lento ascendimos por una senda superseñalizada en dirección a Horlihute, rodeados de montañeros de los que nos diferenciaba una simple cosa, la mochila, este detalle era la diferencia de los que iban al refugio, de los que iban a jugar a otras cosas por encima de éste.

Una mezcla de sentimientos y de ideas, recorrían la mente, mientras con ritmo lento ascendía por la fácil senda viendo aquella esbelta silueta mil veces vista en libros y fotos de montaña.


A la vez que nervioso por el momento, una relativa tranquilidad me recorría todo el cuerpo, sabía que había hecho los deberes bien y ya estaba allí en la base de un sueño, con las cartas echadas. Había puesto todo de mi parte, ahora faltaba que la naturaleza, factor determinante e inexacto me concediera la oportunidad de llegar arriba con una meteorología decente.


La tarde se echaba, el sol se escondía tras los penachos de nubes que el cervino suelta a modo de volcán y cada vez me situaba más y más debajo de aquel picacho, que ya me ocultaba el sol por completo.
Los últimos montañeros descendían corriendo para coger el último telecabina y nosotros nos montamos en las primeras estribaciones de la Arista Hornli, cuando aún es senda, para ir zeteando y superando el escarpe rocoso que hay previo al refugio y donde ya se iba notando el frío de la tarde.


Tras casi 3 horas llegamos al Refugio de Hornli, allí nos recogieron las federaciones, para tenernos controlados y nos comentaron que a las 5 se levantaba la bandera para salir a cumbre, no pudiendo salir antes bajo ningún concepto. Así que mientras Alberto y yo descansábamos en el refugio, nuestros amigos riojanos hicieron una incursión hacia el primer tramo de ascenso para ver un poco la roca, y los primeros pasos que nos íbamos a encontrar al día siguiente a oscuras. Sin más y con la caída del sol, nos pegamos una buena cena y todos nos acostamos en las literas acinados, soñando que la siguiente jornada iba a ser una de las memorables en nuestra propia historia alpinística

DÍA 6 DE SEPTIEMBRE

Sonó el móvil,  bueno o más bien el jaleo anterior a la "tocata" nos despertó un poco. No había pasado muy buena noche, tenía a mi lado a Alberto y se había levantado en varias ocasiones, había dado muchas vueltas, además de haberle escuchado respirar un poco malamente durante toda la noche. Al poco de levantarnos no me tenía que decir nada ya supe que no iba a tirar hacia arriba y posteriormente en el desayuno me lo concretó, tenía mala cara y ésto sumado al derrumbe mental de no estar en condiciones el día exacto le minaba bastante.
Desayunamos y con un poco de tardanza por parte de los riojanos salimos para arriba los tres con el frontal en el casco y la cuerda en la mochila por si acaso. El resto de personas que subía para arriba se trataba de unos 20 guías con sus clientes todos encordados de dos en dos y entre los que nos infiltramos por medio.

Superconcentrado me enganché visualmente a uno de esos guías y tras ellos fuí ascendiendo una serie de chimeneas con buenos agarres y con un patio, que ni veía por la oscuridad ni la verdad me interesaba mucho.



Concentrado en la subida pronto perdí de vista a uno de los riojanos y posteriormente el otro me comentó que su compañero iba mal y que se iban a dar la vuelta los dos, ya que venían muy cansados del Mont Blanc. No había opción y muy mentalizado continué tras el guía y cliente siguiendo la fila de lucecillas y ganando altura con mucha rapidez.

Cuando en un paso se amontonaban varias cordadas, yo me quitaba la mochila y comía un puñado de frutos secos, bebía agua y partía un trozo de barrita, y así continuaba hacia arriba. El primer tramo era alucinante, siendo pasos fáciles era todo una canal contínua con pasos de II que no te dejaban respiro con el consiguiente problema que empezaba a nevar un poco.
Tras algo más de una hora me di cuenta que había elegido el guía perfecto, adelantábamos a otras cordadas y el hombre continuaba a buen ritmo aprovechándome yo de ello hasta que se acabó el chollo, realizaron una parada y me indicó con la cabeza que pasara, no tenía opción así que continué siguiendo las lucecillas de más arriba hasta llegar a un nuevo guía al que agarrarme visualmente.

Comenzaba a amanecer, la temperatura rondaba los -2ºC y el itinerario abandonó la arista para meterse en la parte izquierda de la cuerda, a unos 20 metros de la misma. Allí por una serie de travesías en roca complicadas por el hielo que había entre las mismas me hicieron pensar por primera vez en la vuelta.

La verdad que para subir bastaba con prestar atención, pero para descender qué?, seguía nevando y esto podía presentar un peligro para el descenso, pero la verdad que no le daba muchas vueltas y sabía que la clave para el ascenso era ir con una idea fija, que era subir, subir y subir más.

Por unos momentos pensé en ponerme los crampones pero observé que los guías iban sin ellos así que continué tras mi guía particular hasta llegar a la famosa "Placa Mosley", paso de III+, para mí IVº, se trataba de una especie de chimenea equipada con chapas que a diferencia del resto de la vía, tenía malos agarres. Echando un poco de morro me metí en el medio de una cordada que estaba parada y con la cuerda a tiro de un mordisco, realicé el paso no perdiendo de vista la cuerda por si tenía que tirarme a ella en caso de resbalón o caída.
Finalmente realicé el paso sin molestar y llegué a la Cabaña Solvay situada a 4.000 metros, paré un instante y comí de nuevo, luego vi que a partir de ese punto la niebla era muy densa y la roca ya había cogido la nieve, además entre los guías comentaban que hacía mucho viento ya que el itinerario ahora va directamente por la arista. Nuevamente se me pasó por la cabeza la idea de darme la vuelta, estaba solo en un océano pero vi una cordada que ascendían y se metían en la "Placa Mosley superior III+", en ese momento me tiré al océano a nadar.



Tras la cordada me metí en la Placa Mosley superior, más corta que la anterior pero más explosiva  salí a la arista donde el viento era bastante fuerte y la niebla me dejó ver por momentos el Glaciar Zmutt, esto me dio alas y por terreno más fácil pero más aéreo fui continuando enganchándome de nuevo a la siguiente cordada, en la que el guía hablaba incluso español.



 Al poco nos cruzamos con varias cordadas que venían de cumbre,,,, -cumbre, summitt?, -yes, yes, me respondieron , allí me dije, si estos pueden yo también y me lié a ascender observando que ya casi estaba a 4200 metros, a 250 del sueño y nada me podía echar atrás.



A pesar de no poder ver nada por la niebla y la ventisca (casi mejor así no veía los patios), me lié la manta a la cabeza y continué dejando al guía atrás.


Como yo no me aseguraba a ningún lado progresaba a más velocidad que ellos que tenían que estar montando reuniones con la cuerda y así llegué al hombro del cervino, zona en donde por una pala de nieve de unos 30º grados y de 60 metros atravesé para llegar a la arista.

Desde allí partían las famosas maromas del Cervino, cuerdas de un grosor considerable a las que te puedes agarrar para progresar mejor, así hice y dejando las cordadas de lado y esta vez a mi propio ritmo fui pasando una serie de chimeneas y algún paso de IV, que con la maroma era mucho más fácil.





Ahora el problema era otro; debido a que las maromas estaban empapadas de agua, se me habían mojado los guantes, sólo había subido unos de polartec y los tenía ya calados, el frío era considerable y el viento de Oeste fuerte no ayudaba mucho, tampoco podía guardarme las manos en los bolsillos ya que estaba todo repleto de agarres y de maromas a las que tenía que agarrarme. Así que sin pensar mucho en mi integridad y observando que estaba ya cerca de la cumbre, me dirigí hacia arriba resistiendo un poco el dolor y pensando más en los pasos que en las propias manos.



Subía enfilado hacia arriba cuando me encontré con una estatua de una virgen, -coño!,


nada más verla recordé en la guía que estaba situada en la antecumbre y feliz vi la arista final de nieve y la gente abrazándose unos metros más allá, aluciné en colores, sentí una alegría enorme y me fui a buscar mi sitio en la cima, ni siquiera me paré en la cumbre Suiza y me dirigí entre la niebla a la cumbre italiana descendiendo una pequeña brecha y pudiendo avistar al otro lado la cruz de hierro italiana.,


primeramente la hice una foto desde lejos y pensé: -joder, porque no subir hasta allí, y así hice, por un terreno helado y con mucho cuidado ascendí hasta la propia cruz.


Aunque las vistas eran nulas no paré de hacer fotos, pensé que alguna saldría bien y no dejé de encender la cámara para inmortalizar el momento y el lugar, que con el paso del tiempo siempre es lo que más recuerdas, lo que has visto en fotos.


Seguidamente y sin parar mucho, descendí de la cumbre italiana a la brecha y desde allí a la cumbre Suiza, que ahora estaba mucho más tranquila, tan tranquila que no había nadie, había formada una cornisa y clavé el piolet en la misma para hacerle una foto, tras la foto y cuando me iba a marchar, pensé que no iba a tener ninguna foto de cumbre, así que esperé unos 5 minutos a que subiera alguna cordada, mientras me metía las manos en los bolsillos para calentar los guantes un poco, cosa que había mejorado desde que había dejado de tocar las maromas.


Entre la niebla apareció una cordada más y pronto llegaron hasta el punto más alto, donde nos hicimos unas fotos mutuas y sin más comencé el largo descenso.

Con el itinerario conocido las cosas cambiaban por lo menos mentalmente, los tramos de maromas ya no me importaban mucho, ya que siempre iba agarrado y por muy difícil que fuera el paso la seguridad de una cuerda era mucha, posteriormente llegué a la diagonal de nieve que tampoco me supuso nada ya que la huella ya estaba muy abierta, y llegamos a la arista venteada, ésto ya era otra cosa.



 Allí me lo tomé con calma, poco a poco iba buscando los pasos más fáciles, observando los restos de arañazos de crampones para seguir el buen camino, y de cara a la pared destrepaba la roca con paciencia ayudándome de alguna cadena que había.



Tras varios pasos rocosos por la arista, fui llegando de nuevo a la "Placa Mosley superior", conociendo el paso durante la subida, decidí ir montando un rápel para bajar, para ello saqué la cuerda de la mochila y cuando lo estaba montando, llegó un guía suizo con prisa abriéndose paso, le dejé que metiera la cuerda primero y mientras bajaban los dos, observé que habían descendido por otro lugar por el que había subido yo, así que metí la cuerda en la mochila y fui destrepando por esa otra zona con los crampones puestos y metiendo las puntas delanteras en las fisurillas horizontales.

Así llegué a la Cabaña Solvay donde me encontré al guía de habla hispana y a su clienta, estuve hablando unos minutos con él mientras comía una barrita y un gel, aparte de beber agua.



Tras hacerme unas fotos con él inicié el descenso, ahora tocaba la Placa Mosley inferior un paso de IVº, que curiosamente con crampones se hacía mejor, hice un poco de trampas y me agarré a alguna chapa metálica con la mano para destrepar la placa y ahora llegaba al lugar que más me minaba en la cabeza y me inquietaba, lugar en donde había hielo durante el ascenso, curiosamente el hielo se había derretido con la lluvia y estaba todo mojado, tenía que ir con cuidado por la roca mojada, pero con buenos agarres no era tan peligroso como el hielo, así por esta zona ya empecé a creerme el ascenso del Cervino, fuí parando más para comer ya que me notaba bajo de fuerzas, quizás porque la tensión de ir concentrado iba descendiendo, pero a la vez era consciente de que era el momento donde suelen ocurrir los accidentes, por ello paré cada diez minutos a beber agua y destrepaba y descendía los tramos de poco en poco, hasta salir de la zona de niebla y poder avistar el refugio abajo.

Ya había algunos tramos de camino con hitos de piedras y siguiendo el sistema de chimeneas finales,,.....me embarqué!!. No se como había podido perder el sendero, había torcido en un bloque por otro lado y no sabía donde estaba, comencé a destrepar por una zona que no me sonaba y cuando llevaba 10 minutos escuché hablar a un guía unos 20 metros más arriba a la derecha; me miró, yo le miré, je,je,je y ganando un poco de altura me dirigí hacia él, tras un guiño continué por delante de ellos y en un nuevo punto no encontraba como seguir,,,pronto me gritó desde arriba, diuter, diuter,,,señalándome con la mano hacia la derecha, así da gusto y siguiendo la pequeña senda que ahora si existía llegué a la primera de las chimeneas, habilitada con 3 cables para subir y por donde bajé hasta tierra firme. Allí ante la atenta mirada de dos japonesas con grandes cámaras, me puse de rodillas y besé el suelo, mientras me decían congratulations!!.



Ya solo me separaban 4 minutos del refugio hasta donde llegué pletórico. Recogí mis cosas del refugio y tras comprobar que todos mis compañeros se habían bajado me dirigí a plena civilización.

Mientras descendía con la mochila me daba la vuelta, levantaba la vista y pensaba, -¿de ahí he bajado yo?, imposible. Y así seguí hasta el telecabina dándome dos o tres veces más la vuelta, más ancho que largo, más fuerte que el resto, más alto, más guapo,..... sentado en una gran nube, de esas en las que todos nos montamos cuando hacemos algo de lo que nos sentimos orgullosos y algo más, con la felicidad de haber cumplido un sueño, que hace dos o tres años hacia atrás ni siquiera lo era, ya que parecía una cosa impensable para mí.....



Al día siguiente el Cervino apareció así de nevado, el día 6 de Septiembre fué el último día de ascensos de la temporada, todos los guías se fueron a otras zonas de alpes debido a la gran nevada.



videomontaje, sube el volumen

miércoles, 24 de marzo de 2010

ETNA

¿Al Etna por qué?
Con el tercer año consecutivo al Atlas marroquí, dicha cordillera ya no era aquella cordillera soñada, había perdido un poco de misterio y durante el viaje de vuelta en el 2009 decidimos durante el vuelo que en el 2010 nos íbamos a tomar un respiro e íbamos a cambiar de rumbo. La búsqueda era clara: una montaña relativamente cercana, económica y que se pudiera realizar en un viaje de 4 días a lo mucho. Así surgió el Etna.
Lo tenía bastante claro y a finales de año comenté la jugada a mis compañeros, Carol no lo dudó y sacó el billete, por su parte se animaron Paco y Ángel y por la mía Bolo, además de Dani Moreno que se unió al grupo un par de meses antes del viaje. Algunos compañeros se quedaron en el camino por diversos motivos y así el grupo lo compusimos 6 personas, bastante diferentes entre sí, pero con un mismo objetivo, el Etna.



Para la preparación de la aventura, un mes antes mediante correos se comenzó a mover la cosa, llevando sobre todo Ángel la parte de búsqueda de información de mapas, vulcanología, alojamientos y Carol realizando la parte práctica y económica, como son realizar las reservas. Esta vez me había quedado liberado de cargos, pero ya me hacía falta ya que casi siempre estas tareas en otros viajes me tocaban a mí, por lo que era de agradecer que ya todo el trabajo de información lo hubieran hecho mis otros dos compañeros.
En el calendario pasaban los días volando y para cuando nos quisimos dar cuenta teníamos que partir para tierras italianas con todo bastante atado.
Llegó el día 18, día de nuestra partida, en un primer vuelo hacia Milán volaron los dos castellanos del viaje: el salmantino Ángel y el toledano Bolo, que ya para la hora de comer estaban en Milán. Los otros 4 integrantes, quedamos en la estación de Parla a las 17:00 y en Renfe nos dirigimos a la T1 de Barajas, donde llegamos con bastante tiempo para recolocar las mochilas, plastificarlas y facturar sin prisa. Así pasadas las 8 de la tarde, partimos rumbo a Milán, para llegar allí tras 2 horas más y donde nos esperaban nuestros otros dos integrantes.
Era la primera vez que nos encontrábamos juntos los 6 y la verdad que la cosa fue sobre ruedas, desde un primer momento observamos que iba a funcionar el grupo y nos dirigimos a una parte del aeropuerto bastante tranquila donde se encontraban los asientos más mullidos de todo el aeropuerto, además de una serie de pasillos para uso de personal del mismo que usurpamos para poder ir al servicio e incluso para aperruchar la pertinente máquina de bollos y zumos a precio de polígono. Tras las presentaciones y un buen bocadillo, cada uno de nosotros ocupamos uno de los sillones y acompañados por un negro, que roncaba como un jabalí y un nórdico que pasó bastante desapercibido intentamos conciliar el sueño.
No dormimos muy bien, con susto del jabalí incluido, para tocar diana a las 5. El desayuno lo compusieron unos zumos y bollos de máquina, y mientras facturábamos llegó la primera sorpresa del viaje; Paco se había equivocado al sacar el vuelo Milán-Catania . Y tirando de credit card pudimos solucionar el problema.Terminamos de facturar y tras la seguridad, pasamos entre Chanel, Toblerone, no nos entretuvimos mucho y nos dirigimos a la zona de embarque, para hacerlo en pocos minutos. El vuelo fue tranquilo a excepción de los últimos minutos, en donde comenzamos a ver el Etna por la ventanilla y alborotamos un poco el avión haciendo fotos, la primera impresión del Etna fue grandiosa, por la ventanilla parecía una mole impresionante y tenía bastante nieve cosa que incluso nos iba a venir bien. Aterrizamos en un aeropuerto tranquilo y cogimos las maletas para dirigirnos a la zona de información del aeropuerto, allí nos explicaron que debíamos de coger un bus hacia la estación central y tras sacar los billetes, a la parada nos dirigimos, observando el Etna a pie de tierra algunos kilómetros por encima de las casas. El bus llegó en seguida y en unos 15 minutos estábamos en la Estación Central, observando que Catania era una ciudad bastante negra y con mucha suciedad por las calles.
Tras algún pequeño regateo berebere, compramos los billetes oficiales en una heladería y esperamos tan solo 5 minutos antes de partir hacia Nicolosi. Un viejete que por allí andaba nos dijo que el trayecto era de una hora, pero el autobusero se empeñó en dar vueltas y recorriendo varios pueblos de las faldas del volcán, además de algunos problemas mecánicos, tardamos casi 2 horas en llegar a Nicolosi. Estábamos en la plaza del pueblo, en información nos comentaron que no había sendero posible y que la única forma de subir a la estación de Etna Sud era a pata por la carretera,,, uff, que tostón!. Nos cambiamos de ropa en los bancos del parque, a modo mendigo y compramos unos bollos deliciosos en una pastelería donde hicimos un poco la rosca para que nos dejaran depositar las mochilas con la ropa sobrante.
Así partimos con lo puesto rumbo al Etna, primero por las calles de Nicolosí y luego por unas urbanizaciones con pinos situadas a las afueras. Hacía bastante calor, marcaba 15º el termómetro y en manga corta ascendíamos por el asfalto tomando curvas y dejando atrás todas las edificaciones. La vegetación desapareció y continuamos el trayecto por la carretera rodeados de coladas de lava, con el Etna presidiendo todas ellas. Tras algo más de dos horas de marcha hicimos una parada en un bar de carretera, donde nos tomamos unas birras para amenizar el camino. Desde este punto el sol comenzó a caer, al igual que la tarde y hasta las narices de la carretera intentamos atrochar por varias pistas, y alguna que otra curva por los bloques de lava directamente. Finalmente el sol cayó y nosotros en la tentación de cortar las numerosas curvas que hacía la carretera, así que cada uno a su ritmo atrochando por las coladas, por lo menos para sentir que ascendemos por un volcán. El último tramo lo hicimos por la carretera, nos juntamos los 6 y llegamos ya de noche el Hotel Corsaro, nos atendieron fenomenal y nos repartieron en dos habitaciones, en donde nos duchamos, descansamos y cenamos en un buffet espectacular repleto de comida. Tras la cena, un poco de lava de volcán y unos juegos de cartas de Paco nos acabaron de atolondrar para meternos en el sobre pronto ya que la jornada próxima iba a ser dura.
El despertador sonó a las 5, bueno aunque Jose ya se había fumado dos pitis a esas horas. Mientras amanecía, desayunamos en la habitación y terminamos de vestirnos de gala y realizar las mochilas para quedar a las 6 con nuestros compis de la otra habitación.


A esa misma hora, ya era de día total y además con unos 5ºC partimos hacia arriba, primeramente caminando unos 200 metros por la carretera y después tomando las primeras palas de nieve, en un estado duro perfecto para caminar. Íbamos dejando los remontes de la estación de esquí a la derecha, mientras la nube de gases de la cumbre cada vez se hacía más grande. Poco a poco con buena letra fuimos ascendiendo, observando los primeros boquetes volcánicos con la compañía de un perro y del sol reflejando en el Mar Mediterráneo. Podíamos ver los dos cráteres del Sur y en lugar de dirigirnos hacia la Montagnola, situada más a la derecha, nos dirigimos hacia un leve collado para evitar en la medida de lo posible las nubes de gases. Desde el collado el panorama era increíble, no podíamos imaginar que la nube fuera tan grande y tras un descanso ascendimos dejando la Torre del Filósofo a la derecha y pasando junto a una pequeña caseta con algún aparato para mediciones. Debido a la nube, cambiamos el rumbo bruscamente y nos dirigimos hacia el NW, con la intención de por la ladera bordear los cráteres, así progresivamente fuimos ascendiendo poca altura para llegar a la propia ladera del cráter central, donde encontramos un tramo sin nieve para aprovechar a comer algo y descansar.
La nube no nos engulló, y continuamos ascendiendo por la ladera bordeando el cráter, por tramos mixtos hasta llegar a un collado, situado en una zona donde salía gas por todos lados, por fin ya era el cráter central, estábamos a 2200 metros.


Allí nos pusimos las mascarillas y por una especie de cresta volcánica nos dirigimos hacia un alto, la cumbre del cráter central.




Todo fue alegría entre nubes, parecía niebla y tras unos minutos Dani y yo nos dirigimos hacia el cráter Norte haciendo dos grupos. Unos investigamos la circunferencia del cráter central y los otros la del Norte, algo más alta.




Tras maravillarnos con las fotos y alucinar con las emanaciones decidimos descender por el mismo lugar que habíamos subido, saliendo de las nubes en pocos minutos. Con bastante tranquilidad fuimos perdiendo altura bordeando de nuevo el cráter y juntándonos en la zona de Torre del filósofo entre surferos de nieve y tras hacer una nueva visita a otro cráter cercano. Desde esta zona hacia abajo, todo fue descender por nieve blanda y charlar entre nosotros con el sol en todo lo alto calentando de lo lindo.
Tras algo más de 10 horas llegamos al hotel, antes de ducharnos preparamos una timba en la terraza del mismo para aprovechar los últimos rayos y cuando la temperatura descendió en exceso a los habitáculos y a ducharnos. La cena de buffet, corramos un tupido velo,, hasta reventar. Y después unos “limoncelos” para amenizar la noche y digerir tal ingesta.
A la mañana siguiente contratamos un taxi para bajar a Nicolosi, pedimos las mochilas en la pastelería e hicimos un gasto, aunque tampoco hubo que forzar mucho para sentarnos en la terraza y pasar un buen rato. Desde allí a 40 metros la parada de autobús, en donde cuando estábamos mirando los horarios llego el que nos iba a bajar a Nicolosi y en 1 minuto ya sentados. Con el autobusero kamikaze en menos de una hora estábamos en la estación de autobús de Catania, desde donde pateamos cargaditos algunas calles para llegar a nuestro Bed and Breakfast situado en un pseudolavapiés a lo guarro. Algunos trámites con los hippies, estas son las llaves, este el mapa y de turismo por Catania,, eso sí, primero a la playa.


Desde estos momentos la consciencia fue disminuyendo: una playa con cantos como televisiones, unos “aranchinis” de arroz sentados en el suelo, un anfiteatro semienterrado, el minivaticano con un elefante de basalto, la fiesta hippie de la primavera, un castillo sin almenas, un helado, otro helado, el teatro Bellini y al hotel. ¿Qué habéis dicho, fiesta de la primavera?...........................